La Pastelería Eva de Santurtzi celebra el 8 de diciembre sus Bodas de Oro en la zona de la Txitxarra
Eva es la cuarta generación de su familia que se dedica a la venta de dulces y pasteles en la localidad
Si alguien puede decir que nació con un pan debajo del brazo esa es Eva Alejandre Magán, la de Eva. Así es como les conocen todos en Santurtzi después de hornear los desayunos y meriendas de cinco generaciones. La Pastelería Eva está de celebración. No es para menos. Cinco dulces décadas bien se merecen gritar a los cuatro vientos que con tesón y el apoyo de toda la familia un pequeño comercio puede hacer historia.
Sus padres, Abel Alejandre y Lucía Magán, decidieron ponerle a la pastelería su nombre, ya que por aquel entonces era la única hija que tenían. Su tesoro más preciado. Después llegaron Rita y Abel, pero pronto toda la tropa pasó a ser conocida como los de Eva. “Cuando éramos críos pasábamos los días entre el colegio, la pastelería y el cine Serantes, que estaba justo al lado”, recuerda Eva, alejada desde hace un mes del mostrador a cuenta de una rotura en el pie. Ella suma la cuarta generación de la familia que se dedica a la venta de dulces. Primero probó suerte su bisabuela, Ubalda, con un puesto de caramelos frente al Cinema Santurce. Cogió el revelo su abuela y después, su madre, que el 8 de diciembre del año 64 abrió el negocio en la Txitxarra, donde todavía permanece el olor a pastel recién horneado. “Entonces no había muchas pastelerías y se vendía muchísimo”, recuerda sentada en una de las mesas de la confitería. Y es que su ama fue una pionera apostando por un local en el que no solo se pudieran comprar pasteles, sino también comerlos acompañados de un café.
La vida llevó a Eva a coger las riendas del negocio familiar, en el que cuentan con la confianza y el buen hacer de Kai Alde. Los bollos de mantequilla, pasteles de arroz “a los que les doy un toque especial”, carolinas y milhojas son los pasteles que más veces envuelve al día. “Aunque antes era muy diferente”, apunta. “Los domingos se comía en casa con la familia, se llevaban pasteles para todo, las familias eran más grandes...”. Por eso recuerda atender pedidos a todas horas, preparar cajas para las tartas y empaquetar pastelitos a pesar no haber dejado aún el colegio. “En mi familia todos sabemos hacer de todo en la pastelería”, apunta.
Un buen café acompaña la conversación con Eva, mientras las mesas se llenan de clientes en busca de desayuno y compañía. “Son clientas de mi madre que continúan demostrándonos su confianza, y yo estoy muy agradecida”, explica. “De muchas de ellas vienen hasta los nietos, ¡imagínate!”.
Endulzar a los santurtziarras ha sido el único cometido de esta familia de pasteleros, que ha estado presente hasta en los peores momentos del municipio. “Recuerdo perfectamente el accidente del puerto, en el que estalló un depósito de butano y tuvieron que realojar a muchísimas familias en el cine. Mi ama llevó todas las galletas y comida que teníamos para que esas personas pudieran desayunar”, recuerda Eva.
FIESTA PARA TODOS Las próximas semanas se aproxima una temporada de mucho trabajo gracias a la Navidad. “Ya no hay colas como antes, pero se vende mucho roscón”, dice. Y de cara al aniversario, el próximo 8 de diciembre, ha preparado una jornada “en la que los clientes puedan venir a festejarlo con nosotros”. La pastelería respira un ambiente familiar envidiable. “Sin los clientes y mi familia, que siempre está ahí cuidando de mí, me sería imposible seguir”, afirma. Son tiempos duros, con una competencia muy fuerte en el sector de las pastelerías y las degustaciones. “Es muy duro, pero al menos aún me quedan unos diez años más trabajando”, sentencia.
La pastelería lleva su nombre “y conmigo va a morir”, se resigna ante la falta de relevo generacional. “Pero soy joven”, asegura, y “pienso seguir adelante”.
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