NO gritan aquello de "¡sardinas frescues!". De hecho, apenas venden sardinas, pero conforman el último recuerdo vivo de quienes, con las manos saladas y la cesta a la cabeza, dejaron la impronta histórica en Santurtzi. No llegan a la decena. Han cambiado las cestas por las cajas de plástico, carros de madera con ruedas en pleno puerto y sombrillas bajo las que resguardarse del sol. Sin embargo, la estampa de la venta a pie de calle, esa que emula a las viejas y reconocidas sardineras santurtziarras, tiene los días contados. La renovada sala de venta de pescado de la cofradía de pescadores les espera.
"Llevo aquí desde que tenía 18 años", cuenta con tristeza una de las vendedoras, mientras mete dos ejemplares frescos en una bolsa de plástico. La venta ambulante está terminantemente prohibida. Y los pescateros santurtziarras conocen bien la ley. El Ayuntamiento ha sido permisivo hasta la fecha, "ha pasado un poco por alto que estuviésemos aquí vendiendo; se han portado muy bien por las condiciones especiales en las que nos encontrábamos", explica Benito Fernández, presidente de la cofradía, cuya sede fue reinaugurada el pasado sábado. Pero el acondicionamiento de una lonja de más de 100 metros cuadrados expresamente para la venta de pescado ha cambiado la situación.
Los carros y la mercancía fresca a pie de calle desaparecerán "en cualquier momento". Y es que la cofradía está determinando la manera de regularizar la situación de los vendedores ambulantes, todos ellos familias de los pescadores que aún atracan en el puerto de Santurtzi. "Tenemos que pensar cómo llevarlo a cabo, estudiar las diferentes posibilidades, haciéndonos autónomos...", explica el presidente.
El cambio asusta a la mayoría de profesionales que, incluso los lunes -día en el que las pescaderías permanecen cerradas-, ofrecen pescado recién traído de la mar. "Lo bonito es que la gente vea la pesca, que estén paseando y les entre por el ojo", cuenta una de ellas, que prefiere mantener el anonimato. "Tiene sus pros y sus contras", explican, por el contrario, en otro de los puestos. "Vamos a estar más resguardados del tiempo, pero a la gente le cuesta muchísimo desplazarse hasta allí. Ahora lo tienen cerca, y se vende bien", aclaran.
MEJORES CONDICIONES Son conscientes de que tienen que regularizar su situación. "La venta en la calle está prohibida", subraya la mujer responsable del último puesto que se ve con actividad durante la mañana de ayer en el puerto. "Tendremos que darnos de alta en autónomos, correr con los gastos de luz, agua, limpieza, pero es lo que hay", se resigna. Ahora, sus gastos se reducen a la aportación del 4% de las ventas a la cofradía.
La agrupación de pescadores se encuentra ultimando los detalles para devolver la vida a la lonja de pescado, que ya en su día fue ocupada por los pescadores. "En cuanto se den todas las condiciones de sanidad y se decida el método de regular la situación individual, se realizará el traslado. Puede ser en cualquier momento", adelanta Fernández. "Vamos a disfrutar de unas condiciones mucho mejores aunque la imagen de una mujer vendiendo en la calle, como tal, desaparezca", asegura.
Ese día, los carros de ruedas, las sombrillas y las cajas amarillas con peces recién pescados abandonarán el paisaje del puerto para ocupar el elegante y moderno mostrador que aguarda unos metros más atrás, en la cofradía. Ese día, la silueta de las sardineras santurtziarras, sus cestas y hazañas, quedarán homenajeadas en el sótano, reflejadas en Santurtzi itsasoa, el museo de la mar.
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